San Pablo dice: «Cada uno tiene su propio don [carisma] de Dios» (1 Cor 7,7). Cada uno de nosotros ha recibido el poder del Espíritu Santo de una manera única para servir a los demás. Los dones espirituales no son posesiones privadas: «A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común» (1 Cor 12,7). Estamos hechos para la comunidad, y el poder del Espíritu me es dado a mí por tu bien y a ti por mi bien. Mi carisma tiene como propósito edificarte, y tu carisma debe edificarme a mí. Los carismas fueron diseñados por Dios «para la edificación del cuerpo de Cristo» (Ef 4,12).